Urbanización en Argentina y el NEA


La población urbana argentina 
Argentina es un país con una alta proporción de población residente en ciudades y un importante despoblamiento del campo. En las grandes ciudades se concentran miles y miles de personas, mientras que en las áreas rurales la gente vive en forma dispersa. Todos son asentamientos humanos, en los cuales la población reside, trabaja y busca esparcimiento. Una aldea, un pueblo, una ciudad, una metrópolis son ejemplos de ello. 

Las diferencias entre los espacios urbanos y rurales están cambiando, las áreas rurales cuentan con infraestructura y servicios que antes eran propios de las ciudades. El desarrollo de las comunicaciones está acercando a los habitantes de uno y otro tipo de asentamiento e incluso las pautas culturales de los habitantes del campo se están acercando a las de las ciudades. 


Las ciudades argentinas 
La ciudad es una comunidad concentrada, organizada socialmente, con un soporte territorial. Una ciudad se distingue por su aspecto, sus funciones y por el modo de vida de sus habitantes. Asimismo debe destacarse que la organización de las actividades es diferente en las grandes metrópolis, como el Gran Buenos Aires o el Gran Córdoba, estas tienen un intenso movimiento de personas y vehículos comparado con el que tienen las pequeñas como las ciudades de Loquimay (La Pampa), Puerto Pirámide (Chubut) o Concarán (San Luis) donde es menor el trajinar de sus habitantes. 

El número de habitantes que vive en cada localidad es la medida más simple para clasificarlas y establecer su jerarquía. En la Argentina, según lo estableció por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) para los censos generales de población urbana a la que vive en localidades de 2.000 o más habitantes. 


El proceso de urbanización
 En el siglo XVI, nuestro territorio comenzó a organizarse con la influencia española y según la concepción moderna de un sistema urbano. Se fundaron trece ciudades, como primer antecedente de ordenamiento administrativo en un vasto territorio apenas poblado. 

Durante los tres siglos siguientes se fundaron nuevos centros a partir de las encomiendas y reducciones indígenas, de la fundación de fortines para la defensa y de parroquias rurales, entre otros. Las sucesivas etapas de organización territorial dieron como resultado fuertes disparidades regionales, mayor número de localidades y un fuerte crecimiento de la población en la región pampeana. 

Hacia 1810 el actual territorio argentino tenía unos 400.000 habitantes de los cuales solo el 25% era población urbana. El 13% vivía en la ciudad de Buenos Aires. Casi cien años después, en 1914, la población urbana totalizaba 4.525.000 habitantes y representaba el 57,4% del total, distribuida en 332 núcleos. En 1960, el proceso de urbanización se presenta con toda la fuerza: ya había 589 localidades y el 73% de los habitantes eran urbanos. Durante este período la población urbana creció con índices superiores a la población total. 

El papel de las ciudades en la organización de la Argentina es un hecho innegable. Desde ellas se organizó el territorio. El grado de urbanización (población urbana con respecto a la población total del país expresada en porcentaje) fue de 87,2% en 1991 y 89,5% en 2001, es decir, valores similares a los de un país desarrollado, sin serlo. Este aumento importante afianzó la tendencia de crecimiento iniciada en 1970. El crecimiento urbano se debe, particularmente, a factores de atracción como la industrialización, las actividades económicas dinámicas, las oportunidades de empleo, los mejores ingresos, la mayor cantidad y variedad de transporte, así como un mejor acceso a servicios sanitarios, educación y adelantos tecnológicos. 

La distribución de la población y los asentamientos urbanos y rurales en el territorio argentino se vincula con diversos procesos. En las siguientes etapas se pueden identificar características de algunos de ellos. 

Una de las principales características de este proceso es que se concentró, en gran medida, en un pequeño grupo de ciudades. Se trata de la Ciudad de Buenos Aires, los partidos bonaerenses cercanos a ella, y las ciudades de Córdoba y Rosario. El crecimiento de estos asentamientos urbanos se vinculó, en gran medida, con el desarrollo de la actividad industrial. En estas ciudades se instalaron numerosas industrias que necesitaron a gran cantidad de obreros y personal administrativo; surgieron comercios y servicios vinculados a ellas, que a su vez generaron más oportunidades de trabajo para la población. Este proceso atrajo migraciones internas (población de las zonas rurales y otras localidades del país), e inclusive migraciones limítrofes (de los países vecinos). 

Las ciudades mencionadas se transformaron en los grandes aglomerados urbanos del país: el crecimiento de la población y de las actividades económicas produjo una expansión de las construcciones urbanas. En la periferia, la planta urbana aumentó de tal manera que se fue aproximando a la de otras localidades que también crecían en municipios vecinos, hasta formar un área urbana continua. De esta manera se originaron los grandes aglomerados urbanos. Es decir, áreas urbanas que traspasan jurisdicciones políticas. 

El aglomerado Gran Buenos Aires (que se formó con la Ciudad de Buenos Aires y zonas urbanas de los partidos bonaerenses vecinos) pasó a concentrar a más del 30% de la población del país, y a ser, por muy alto margen, el área urbana de mayor tamaño del territorio nacional. Se la identifica por eso como una ciudad primada (o que tiene primacía). Gran Córdoba y Gran Rosario, si bien son aglomerados con mucha menos población que el Gran Buenos Aires, se convirtieron en las siguientes dos ciudades más grandes del país, pasando el millón de habitantes en las últimas décadas. 


El sistema urbano argentino
El análisis del sistema de ciudades comprende cuatro aspectos referidos a los centros urbanos: tamaño, crecimiento, jerarquía y distribución. Las ciudades, las conexiones, físicas y virtuales y los intercambios de personas, bienes, ideas y capitales entre ellas, conforman una red o sistema urbano. 

Una red urbana está constituida por un conjunto de ciudades diferenciadas por su tamaño y funciones; cuenta además, con áreas de influencia de diferente extensión. Cada centro urbano tiene una jerarquía dentro de la red que se corresponde con la naturaleza y las características de las funciones que presta. Por lo general, a mayor tamaño, mayor jerarquía y mayor alcance espacial. Los centros urbanos están interconectados por medio de caminos, líneas férreas y el transporte aéreo; de este modo están integrados y mantienen intercambios. 

El siguiente enlace muestra las listas de las ciudades argentinas con más de 500.000 y 100.000 habitantes:


La ciudad con mayor cantidad de habitantes de la Argentina es el Gran Buenos Aires, diez veces más grande en tamaño que la segunda, el Gran Córdoba. En total, solo siete aglomerados urbanos del país superan los 500.000 habitantes. 

El sistema urbano argentino está encabezado por el Gran Buenos Aires y lo siguen en tamaño el Gran Córdoba y el Gran Rosario: entre los tres suman el 42% del total de la población de nuestro país. Mientras que el Gran Buenos Aires ha moderado su crecimiento, se acelera el aumento demográfico de las ciudades intermedias y aumenta la población en las metrópolis regionales. 


El poblamiento en el Nordeste 


En los territorios de la actual región del Nordeste vivieron grupos indígenas adaptados a las condiciones del medio natural. En el Chaco predominaron pueblos cazadores recolectores, lo que los obligó al nomadismo. Cruzando el río Paraná habitaban los guaraníes que a la llegada de los españoles se encontraban en los primeros estadios agrícolas. 

La posterior ocupación y valorización del territorio fue en los bordes fluviales de la región. Los primeros asentamientos hispánicos se hicieron sobre la margen izquierda del Paraná. Corrientes fue fundada en 1588; su núcleo original persistió en el tiempo y se consolidó aprovechando su posición a orillas del río. En el Chaco, en cambio, la fundación de la ciudad de Concepción del Bermejo en 1585, no prosperó. 

La región del Chaco permaneció casi tres siglos sin ser ocupada ni por la colonización española, ni por los criollos independentistas. A mediados del siglo XIX, cuando se produjo la guerra con el Paraguay, la Argentina necesitó asegurarse la soberanía sobre el Chaco a través de la fundación de las ciudades de Resistencia (1878) y Formosa (1879). 

El actual territorio de Misiones fue organizado por los jesuitas a través de las misiones jesuíticas que, en conjunto, reunían 130 mil habitantes que pertenecían a los guaraníes. Se destacaron las misiones de Candelaria, San Ignacio, San Javier y Concepción, entre otras. Los jesuitas, además de su misión evangelizadora, organizaron una producción agrícola de subsistencia para las densas poblaciones aborígenes y obtuvieron excedentes que comercializaban en el mercado interregional. Cultivaron algodón, yerba mate y practicaban la ganadería. 

En 1776, la expulsión de la Compañía de Jesús significó la declinación demográfica y económica de la región. En poco tiempo, debido al abandono de los territorios por la corona española y por las incursiones de los bandeirantes portugueses desde Brasil, para reclutar mano de obra indígena ante la falta de esclavos negros, la región se convirtió en un espacio vacío, con pueblos en ruinas. 

En Corrientes, alrededor del núcleo de la ciudad capital, se desarrolló una actividad agropecuaria, que durante muchos años tuvo un régimen de subsistencia. Con el paso del tiempo se organizaron vaquerías y más tarde estancias para aprovechar el ganado cimarrón. 

Fueron dos modalidades de ocupación del espacio: las vaquerías eran un sistema de producción económico depredatorio: los animales se mataban solo para exportar el cuero, actividad en auge por esos tiempos. En el siglo XVIII, cambiaron el mercado nacional e internacional y las vaquerías fueron reemplazadas por las estancias. El resultado del uso de las estancias como forma de producción fue la ocupación efectiva del suelo, basada en la propiedad del ganado y la tierra. 

Como la producción en estancias era una ganadería extensiva, con escasos requerimientos de mano de obra, la población rural predominante asentada en la región no logró grandes progresos hasta bien entrado el siglo XX con la introducción de la tecnología.